Textos de la charla «La ideología del porno» realizada el miércoles 20 de junio en Sala+18, 18:00 hrs.
Expositores:
Juan Carlos Sánchez, doctor en Letras, director revista Pornotopía.
Jorge Díaz, activista CUDS, biólogo, cand. Dt. en Bioquímica. (texto escrito en conjunto con Lucía Egaña Rojas)
Cristian Rojas, sociólogo.
Empalamiento porno/virtual
Desarticulación de un chat que divaga sobre la exposición “la categoría del porno” de Felipe Rivas San Martín
Jorge Díaz Fuentes, Lucía Egaña Rojas, et al.
“La pornografía es una enfermedad que hay que diagnosticar y que se presta a la formulación de juicios.Se está a favor o en contra de ella. Y tomar partido respecto de la pornografía no se parece en nada al hecho de tomarlo a favor o en contra de la música aleatoria o del pop art, y en cambio se parece bastante al hecho de tomarlo a favor o en contra de la legalización del aborto”
Susan Sontag
PREFACIO/ADVERTENCIA:
Lucía Egaña Rojas me obliga/propone/insta a estructurar este texto a través de una conversación por chat que mantuvimos encerrados en la misma habitación usando un computador cada unx, la noche del 9 de junio de 2012 en Santiago de Chile. Estábamos a pocas cuadras del teatro Caupolicán. (Caupolicán, líder mapuche que murió con el rostro arañado y empalado en una pica, atravesado todo su cuerpo desde el ano hasta la boca por una estaca. Caupolicán tuvo un hijo que voló por un peñasco el mismo día de su muerte, arrojado por Fresia, su madre. Esa noche con Lucía: volando, atravesados los dos, unidos por otra estaca). Chatéabamos frente a una pantalla la noche anterior al homenaje al torturador Pinochet en el teatro Caupolicán. Estábamos escribiendo sobre pornografía, arte, activismo, sexualidad, eyaculación. Las cartas me han dicho que piense en la sumisión, que no es sino otra forma de desarticulación de las tecnologías del “yo”. Sin un “nosotros” no hay sumisión: Lucía Egaña Rojas me obliga.
A través de una metodología bastarda sin precedentes en lo que se refiere a construcción textual (probablemente un error programado), esa sería la estaca, el dolo de nuestros cuerpos unidos por el tronco del chat.
PRIMER CUERPO: Lo político como perversión
23:30 Nos preocupa en un supuesto afán productivo capitalista, tener un texto pronto. Iniciemos una discusión intensa y profunda sobre los acabados y complejos videos de nuestro querido Felipe Rivas. No sé qué tan profundas pueden llegar a ser.
Porque debería decir: me pajeo más con porno amoroso.
Estábamos hablando de hacer una revisión de los videos que no estarán en la exposición. Revisar cada uno, poder decir algo sobre ellos.
Discutíamos sobre el video Ano/Ine, un video que podríamos catalogar como homosexual (en verdad no sé si es pensado sólo desde lo homosexual, pues más bien aquí el tema es la sodomía).
Pues bien, comencemos así: “el insistente ruido de unas moscas aleteando frenéticamente por toda una sala sirve como reflejo de una incomodidad que nos comenzó hace un tiempo”.
En esa misma sala, Felipe Rivas en su primera performance llamada “Ano/INE” que se realizó a propósito de los 10 años de la despenalización de la sodomía en Chile, bajó sus pantalones sobre una mesa mostrándonos sus glúteos y su ano mientras detenidamente comenzó a repetir las cifras de los nacidos vivos en Chile desde los años de la posdictadura hasta la posterioridad, según información del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). La repetición de las tasas de natalidad que diferencian según la norma sexual imperante en dos categorías (hombre/mujer) se vuelve una insoportable escena, no tanto por la misma repetición o el tiempo de espera, sino más bien, por la letanía de una sintaxis binaria que sólo entiende por información la entrega de un dato discreto organizado en tiempos determinados.
De todas formas queremos trascender ese punto para hablar de la inversión que hay entre los espacios de lo alto/intelectual/discursivo/la boca versus el espacio de lo bajo/incontenido/coprolálico/el ano. Pensaba en el carnaval, cómo ese espacio de distensión jerárquica, donde no hay clases ni disciplinas, el culo puede hablar a través de la boca en forma de groserías, esa es su caca.
23:35 Miremos entonces los límites del cuerpo, límites que son claros en este trabajo: el ano y la boca. Interesante esto, cuando desde la morfología y la biología del desarrollo se nos dice que en un punto boca y ano son una misma estructura y que los caminos que tomen en el desarrollo ambos orificios, determinará que la clasificación biológica separe los organismos como taxones diferentes. Primero la boca, luego el ano o viceversa. Pareciera entonces que este orden es tan importante en los patrones del desarrollo embrionario que culmina con una radical diferencia, ya que según el orden de diferenciación, lo que nos comunica con el exterior (el ano y la boca) es más importante en unos que en otros animales. Este tipo de descripciones son siempre semejante al mismo atávico discurso que tiene la ciencia: los eventos son sincronías clausuradas en tiempos bien determinados.
Ahora bien, en esta acción se nos muestra abierta esta relación ano/boca. Por un lado, la boca sirve como sitio de enunciación, como el espacio de la retórica que pone en evidencia los discursos del poder, un órgano que habita lo social, lo que está “hacia adelante” (la política). Esto en contraposición a lo que va “por atrás” (el ano) que conforma lo más privado de lo privado, que en este caso—en la escenificación misma de la performance— se expone sin resguardos “hacia adelante” como desorientando la mirada de la política tradicional, que considera que sólo el rostro (donde está la boca) es el único terreno anatómico de exposición desde donde se podrían enunciar los antagonismos que la política necesita para su funcionamiento.
De ahí el problema de los “encapuchados” que tanta molestia causan a la administración estatal. No se les ve el rostro, pero no por eso no se puede entender su oposición.
23:38 El tema de la sodomía sólo tendría sentido dentro de la homosexualidad. En laheterosexualidad es más bien un sistema de prevención del embarazo, y en el lesbianismo noexiste (a nivel representacional). Esta acción (porque el video en realidad es un registro de performance), tiene que ver en términos generales con la disociación de la estadística con el cuerpo.
Si la política trabaja constantemente produciendo ficciones que anticipan una división binaria del mundo, ¿por qué deberíamos aún creer que esta separación hombre/mujer es la única posible?.
Por otro lado está lo que quiere significar el registro de esta performance—que es el video que vemos—y a qué respondió en su momento. Son varias cosas pero quizás va a ser interesante quedarnos con una lectura del video que vemos porque personalmente yo estando ahí fue bien complejo lo que pasó con ese seminario Sodomía+10.
Omitimos, aunque siempre sean tan sabrosas las anécdotas que no aparecen en los registros de youtube.
23:47 Tú dices que esa performance respondía al enunciado «sodomía» en el marco del encuentro del que se bajaron los panelistas por el póster a los 10 años de la despenalización de la sodomía en Chile, la conmemoración de la despatologización, una conmemoración o discusión que nunca hubo, o que al menos no vimos. Es curioso que ya estemos celebrando cumpleaños de las despatologizaciones.
23:49 Yo creo que no fue una despatologización, sólo sacarle peso de ley a una práctica. Una sola práctica no podría construir a un sujeto completo, saturarlo. Una subjetividad política debe plantearse siempre como una ocupación de la comunidad.
Es interesante esta tensión que la performance plantea entre estadística y cuerpo, las patologías también serían parte de las estadísticas de este espacio que decías como ficción. Antes, que dos hombres tuvieran sexo no los hacía «homosexuales», la práctica sodomita no creaba a una persona completa. Aunque también pueda ser lo contrario. Pensar que una práctica no haga a un sujeto completo, yo creo que no lo construye, pero la política pareciera decirme que sí.
Algo importante sería decir que estas percepciones del trabajo de Felipe están rellenas de intenciones políticas que serían capaces de pervertir cualquier cosa, la política como perversión. Lo político como perversión, en realidad eso queríamos decir.
SEGUNDO CUERPO: Esta categoría es homosexual
23:56 la pregunta que yo me he hecho y que no he podido responderme completamente es por qué esto no podría (o sí) ser leído como arte homosexual simplemente, sobre todo por el tutorial del chat gay.
Claro que podría leerse, pero hay resistencia a hacerlo. Felipe ha sabido agenciar bastante esa separación homosexualidad/disidencia. En esa línea, con ese imaginario se me viene también la relación activista/artista que en un punto se cruzan y en otro se separan, y eso va principalmente en la inscripción del nombre propio.
En el tutorial, está la idea de develar el funcionamiento de la tecnología disciplinaria de lo gay, «cómo navega un buen gay por un chat». Así, en la explicación pedagógica se trasluce la tecnología.
Esto se explicita más aún en acrónimos como G.C.U. (gente como uno), que son las que se utilizan y que develan lo fascista de ese deseo, que busca a un otro igual como los homosexuales gemelos que siempre veo ¿será como querer tocarse siempre sólo uno mismo?.
La resistencia a clasificar el trabajo de Felipe dentro de la categoría de lo gay, es por esa misma lógica fascista que más lo leeremos como unas aperturas de código, una muestra de cómo funcionan esas lógicas y esos disciplinamientos.
la resistencia es también a esa falsa concepción que cada uno debería hablar o luchar por las prácticas que tienen un efecto real sobre tus supuestas necesidades, sobre tu propio cuerpo. Entonces emerge la cita trans periférica: “cuando uno trabaja en un espacio que supuestamente no le es propio hace generalmente cambios radicales”.
Al deconstruir un poco el cómo «está hecha» la gaycidad, uno se desmarca también, no es una adhesión es más bien una denuncia. Es molesto cuando unx tiene como que cargar con el yugo de una identidad.
“de hecho, el acto mismo de reivindicar el desapego absoluto mediante un imperativo, revela un apego a ese acto” dice la filósofa feminista Catherine Malabou. Entonces ese supuesto desapego del que hablas podría ser una reivindicación al apego ¿no crees?
00:18: no totalmente ¿tu sí?
00:19: sí, creo que finalmente la insistencia a la separación te posiciona también en ese lugar desde una oposición o una negatividad pero en el mismo espacio, por eso creo que ya no me cuesta tanto verlo como arte homosexual.
Esta discusión es como todas las que se refieren a encontrar la categoría. La muestra entera trae este nombre, “la categoría del porno”.
Estas categorías se condensan por estar en un contexto determinado, en lo del porno también pasa algo así: en el mundo del arte parece necesario disputar un lugar o mejor digamos posicionamientos intersticiales.
TERCER CUERPO: Felipe siempre obliga a hablar de él
Recuerdo que cuando estábamos editando ideología y yo hacía un pollo al jugo en nuestro departamento, nos parecía que el tema de la mirada y de los ojos es fundamental. Me gustaría enlazar eso con Ano/Ine y con el video Ideología.
En términos formales el video ideología es siempre dos ojos que pestañean a destiempo. Así fue pensado: ahora se cierra un ojo, ahora se abre el otro. El de la izquierda generalmente es el histórico, el del registro. Ahí aparece Allende, ahí aparecen las imágenes cotidianas de los 70`s. El de la derecha es el de Felipe, o el de los que estábamos en el taller el recorte del plano que organizamos como CUDS. Lo que queda entre ellos, entre ambos ojos es siempre el punto ciego.
La posibilidad de «mirar» ciegamente la autobiografía, luego del cum shot.
¿cómo se enlaza con Ano/Ine? Se enlaza ya que ahí se pierden los ojos, se enlaza en el hecho que al exponernos su ano como rostro sedesenfoca la mirada, una mirada donde ya no hay ojos, pero si hay boca. En el texto de Roberto Echavarren, porno y posporno, se insiste en decir que en el porno nunca semuestra el rostro: «la cara en la pornografía es lo que menos importa, a no ser que se trate de un «facial»,vale decir una eyaculación sobre el rostro de la pareja», quizás de ahí la molestia de laeyaculación sobre el rostro de Allende, pues le da importancia, le «devuelve» el rostro a esaimpresión fotográfica, que es sólo el registro.
00:52 es interesante cómo ese registro está sacralizado, de alguna manera también por toda la construcción de la masculinidad mainstream. Sobre esa cara, Felipe hace el facial.
Mejor diría: Izquierda más que masculinidad mainstream, que en muchos puntos se confunden, obviamente. Izquierda y masculinidad se confunden muchas veces, se solapan, y no es casualidad.
Es curioso que, a pesar de la planificación matemática de este video, para mucha gente esté primero la experiencia personal, como mucha gente que no quiere ver la serie los archivos del cardenal, por el miedo de ver la historia personal o una increpación personal en algo que es una representación intencionada. La biografía es complejo alejarla como representación. Crea un espacio muy difícil de intervenir desde el punto de vista de lxs espectadores (y la representación) que transpolan su propia biografía en el gesto (inconfundiblemente) mediático de la foto de Allende, el cum shot, etc.
00:55 Esto es una curiosidad, pero es lo que de alguna manera hace que este video quede siempre fuera, o intente ser excluido de las miradas «más oficiales», de estar abiertamente presente en un espacio sin que haya un análisis mediándolo. Por ejemplo, el por qué no está en una pantalla en loop acá, en la exposición.
EPÍLOGO: siempre volvemos a las categorías
00:59 el porno opera como un espectáculo de genitales. Un gimnasio es lo que queda del porno, una gimnástica genital, porque no es una transgresión que se escape tampoco de esos mismos límites.
01:15 el porno en general funciona mucho a través de la lógica de la parte por el todo, y la ideología a secas también.
Me cuesta ver el trabajo de Felipe dentro del arte por el arte o del «verdadero» arte, sino más bien como una infiltración disidente. Me parece que lo que dice nuestro amigo Tomás Henríquez es muy pertinente para terminar nuestra conversación aquí: «Cuando nuestras preguntas tienen resonancia directa con su momento histórico, cuando se nos vuelven imprescindibles, y nos remecen el cuerpo, y nos desbordan, y se nos presentan a ratos como experiencias de lo ininteligible, solo entonces podemos decir que aquello que insistimos en llamar arte, prácticas fugitivas de la inutilidad, pueden realmente impugnar sentidos de rebeldía y disidencia»
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Felipe Rivas y la verdad en el porno
Por Cristian Rojas C.*
“La mirada clínica tiene esa paradójica propiedad de entender un lenguaje en el momento mismo en que percibe un espectáculo”
Michel Foucault, El Nacimiento de la Clínica.
En el panel 75 del Atlas Mnemosyne de Aby Warburg[1], una serie de imágenes de distintas épocas y estilos y por lo tanto, sin tener alguna relación aparente entre ellas que lo justifique, son dispuestas juntas. Bajo la enigmática nota de “búsqueda del asiento del alma”, Warburg deja que el relato de las mismas imágenes, leídas como conjunto, nos revelen la verdad que encierran: se trata de 12 imágenes de obras renacentistas y barrocas que incluyen grabados de textos de anatomía, pinturas –La lección de anatomía de Nicolaes Tulp y La lección de anatomía de Jan Deyman, ambas de Rembrandt- y la misteriosa inclusión casi al centro del panel, de un bajorrelieve representando la sepultura de Cristo. De esta manera, el panel de Warburg nos informa de un enlace propiamente moderno referido al cuerpo: el cuerpo, descubierto en su interioridad por el saber médico, nos revela, usando las certezas que entregan la mirada y la observación, un misterio acerca de la vida y la muerte, pero al mismo tiempo, nos agobia con la extrañeza que nos provoca saber acerca del “alma”[2], aquello difícilmente rastreable, pero que afirmados en la fe, se asegura con certeza su existencia. La extrañeza del sepulcro de un Cristo que luego se levanta y resucita, no hace sino aumentar la obsesión. De alguna manera, la confianza en la Resurrección provee una certeza respecto a que aparte del cuerpo, algo más, de calidad fantasmagórica e inasible, está fijado a la materialidad de huesos y entrañas.
Siguiendo a Foucault, es en la alianza, luego inseparable, o la “constitución de una experiencia” entre los estudios de anatomía y el saber clínico, que los cuerpos aparecerían como mecanismos, sistemas y espacialidades complejas, capas sobrepuestas de tejidos, que requieren ser observadas no ya desde su superficie, sino en profundidad, como a los ojos de un rostro que interpela[3], y luego, a diferentes escalas, como vemos en el desarrollo híper-tecnológico de la medicina contemporánea. Sería descubrir que el cuerpo es una cavidad profunda, llena de volúmenes y complejidades a la que se puede acceder e indagar en su interior y ahora más, bajo una mirada tanto más controladora, descifrando las cifras y códigos de esa misma profundidad[4]. El cuerpo-cadáver se vuelve, entonces, fuente de producción de saber y verdad[5], pero además, o tal vez por lo mismo, en fetiche. Sin olvidar el origen mágico de esta última palabra: el feitiço y su encantamiento hechicero[6]. En esta alianza, son la mirada y la observación las que ven incrementados sus privilegios, puesto que el conocimiento mismo devendrá primeramente de una mirada exhaustiva, capaz de describir, pero también de generar método, discursos y lenguaje, por lo que no tardará en constituirse en un fetiche o mitología fundacional del saber médico, los nuevos hechiceros de occidente. De la mano de esta misma fetichización, vendría el espectáculo, como atestiguan las diferentes versiones de Las Lecciones de Anatomía[7].
El panel de Warburg es certero en indicar todo esto. Nos señala el florecimiento de discursos, verdades, saberes y obsesiones y en silencio –en ausencia-, nos señala la aparición del porno como un hijo bastardo de este criadero de modernidad. Hijo hechicero, observador e indagador, de mirada tan aguda que podrá no sólo dar cuenta de la fisiología del cuerpo, dibujarla, describirla, relatarla, sino vincular la materialidad de órganos y huesos con la particularidad de aquello que trasciende. Descubrir el “alma” y modelarla. El porno será quien descubra el “asiento del alma” y el más experto en hacer de lo tanático y lo mórbido, un fetiche: hacer que los cuerpos muertos, como aquellos representados en cualquier imagen, resuciten, y adquieran una vida más allá de la superficie de la imagen misma[8], produciendo un grado de sensación tal, que hace que las imágenes se hagan carne, transmitiendo la muerte de lo visto a quienes la ven, haciendo que todos mueran de una petite mort, sentados frente a la pantalla[9].
Felipe Rivas se pregunta por la Categoría del Porno, y se responde/nos responde aludiendo a la materialidad y el lugar del porno. ¿De qué está hecho el porno? ¿Dónde está el porno? Pregunta similar a la de Simmel[10] sobre los adornos, quien respondiéndose, nos menciona que estos se encuentran en un lugar de excedencia, ámbito que él llamaría de lo superfluo[11], que sería un campo de flujos que supera al cuerpo y la individualidad, y que establece un vínculo y distancia con lo que nos rodea, social y naturalmente. Marx menciona algo parecido al referirse al vínculo entre el cuerpo y los procesos metabólicos que establece con la naturaleza que transforma. En Simmel, se trataría de algo así como un lugar entre, donde se establecería este intercambio simbólico con los otros a partir de los efectos y afectos provocados, por lo tanto, se trataría de un espacio indefinido, social y al mismo tiempo completamente individual. El adorno haría aparecer la personalidad y nuestra propia existencia como individuos, resaltando los aspectos centrales de ella, pero al mismo tiempo, establecería, mediante esta economía de lo estético, una regularidad, que supera lo propiamente individual, imponiéndosenos incluso: lo que nos adorna, no es sólo nuestra propia individualidad, sino también la individualidad del otro. Siendo suplementario, no viene a sustituir una falta, sino que establece un desplazamiento, de la misma manera en como Preciado lee a Derrida a propósito del dildo[12].
El porno sería este adorno, suplemento de la experiencia y la práctica sexual. Y eso es algo de lo que Felipe Rivas nos alerta. ¿Qué es sino hacernos poner atención a este aspecto superfluo, suplementario y difícil de ubicar y materializar, propio del signo y el código, lo que hace? Felipe Rivas hace hincapié en considerar el carácter difícilmente aprehensible del porno. Nos relata su cualidad de ser un adorno de la sexualidad y por serlo, de llegar a producirla. El porno no estaría ni dentro de nosotros (una lectura psicológica), ni en la imagen que vemos, lectura correspondiente a la hipótesis de la intencionalidad del autor (la pornografía y lo pornográfico definidos desde la intención de provocar un estímulo en el espectador) que es la sugerida por la lectura clásica para caracterizar al porno[13]. Se trataría de una producción implementada en el espacio entre, suplementario y desnaturalizador de la experiencia, que interviene como añadido, pero que termina reemplazando aquello que buscaba sólo simular. Esto, además, implicaría que el “asiento del alma” al que alude Warburg, entonces, podría no estar dentro de nosotros, sino que podría ser un código, al que accedemos como en el caso de la obra de Felipe Rivas, desde un Smartphone. No olvidando que en el caso de las tres obras aquí mencionadas, esta codificación nos envía a un otro lugar, donde haya su ubicación la obra en sí[14].
Por otra parte, como Felipe Rivas también nos informa en dos de sus trabajos, existiría una relación respecto al rostro y los modos de interpelación del porno. Al respecto, es interesante un posible cuestionamiento a partir de la noción de rostro de Levinas y es que si el rostro nos interpela moralmente a no matar, ¿será acaso que el porno nos interpela a hacer lo contrario? A matar, corromper, adulterar, fornicar, jurar en vano y engañar, y que esa ficción de un poder adquirido sobre la vida y la muerte lo vuelva objeto de nuestra fascinación. Para Levinas, el rostro nos interpelaría éticamente a partir de su desnudez, la vulnerabilidad de “la indigencia del pobre y el extranjero”[15] y como lo cita Judith Butler: “El rostro es lo que no puede matarse, o al menos aquello cuyo sentido consiste en decir ‘no matarás’… y agrega: “El rostro como la extrema precariedad del otro”. Se daría, sin embargo, una paradoja, y es que al mismo tiempo “el rostro del otro en su precariedad e indefensión constituye a la vez una tentación de matar y una tentación a la paz, el ‘No matarás’”[16]. Un deseo de extinguir al otro, pero al mismo tiempo de prohibirnos su muerte. Si la interpelación ética del rostro es desde la vulnerabilidad y precariedad del otro en demanda por una conservación de su vida, ¿será posible que la interpelación del porno sea la del otro ámbito de esta paradoja, transformando y resignificando la demanda ética en deseo de muerte? Sería un deseo perverso, que busca el placer a partir de la vulnerabilidad y desnudez del otro y la posibilidad de extinguirlo y tener control sobre el paso de la vida a la muerte[17]. En este sentido, el porno y lo pornográfico no sería la simple alusión a los órganos sexuales y ni siquiera alguna intención sexualmente provocadora, sino la interpelación visual a la inmoralidad, la provocación que nos provoca ir más allá y subvertir/revolucionar el status quo de la moralidad imperante y buscar en la corrupción y lo corruptible (como la muerte misma lo es), el placer sexual. Sería una experiencia de simulación, donde el simulacro echaría a andar una cierta ilusión o fantasía sobre la potestad de poder controlar el acceso a la muerte y a la corrupción.
En un caso, Felipe Rivas nos propone la interpelación posible de un rostro fetichizado de la hagiografía de la izquierda nacional[18]. Nuevamente se trata de una imagen mortuoria la que es traída desde el más allá -aspecto recurrente, al parecer respecto al porno y la dificultad para darle ubicuidad-. Pero además, nos propone, en paralelo, la interpelación de un rostro pálido (“cara pálida” diríamos en nuestro lenguaje vulgar), que nos interpela respecto a la nacionalidad[19]. En un caso, la muerte y el fetiche de acceder a ella, de traer el rostro del muerto desde el más allá al más acá, haciendo que esa pequeña muerte extática de la eyaculación, sea en realidad, la que resucita al muerto. En el segundo caso, el rostro, nos interpela respecto a lo productivo –en realidad, ambos lo hacen-, pero en este caso, como máquina productiva, será el ano del Estado que produce y caga cifras y datos y nos interpela desde el deseo de un acceso posible al control de una interioridad como ya lo mencionamos previamente, pero contradictoriamente exteriorizada, puesto que la cifra, es la codificación y desplazamiento del sujeto.
El trabajo de Rivas, nos propone también poner nuestra atención en un proceso de cierre o clausura de la Modernidad. A lo largo de la historia de la pornografía moderna, como menciona Lynn Hunt, existiría un vínculo estrecho entre lo que denominamos pornografía, el discurso político y el desarrollo de la novela[20]. Todos, atravesados por un sentido de finalidad que caracteriza a los relatos modernos. Ideología de Felipe Rivas se sitúa señalando o remarcando una suerte de clausura de este tipo de pornografía, o más bien, de un tipo de visualidad corriente en la modernidad. La modernidad, ampliamente identificada, como ya sabemos, con la elaboración de grandes relatos, asume en su producto pornográfico al cum shot como fetiche y evidencia de la verdad de que lo que hemos visto, tal como lo señala el mismo Rivas, realmente ocurrió. El semen, como la Revolución, será la conclusión extática de un esfuerzo o trabajo productivo. El semen, como la toma del poder, evidencian que hemos trabajado lo suficiente. Pajearse, eyacular, es producir, seriar, marcar. El rostro al que alude Rivas, sería una cara visible, la de un muerto, pero reconocible e identificable y que contiene en su misma faceidad la potencia de su encantamiento.
En el caso de Ano/INE, sin embargo, ya no existe ese mismo rostro, sino que éste es alterado y quien nos interpela es un rostro reconocible, pero no fácilmente identificable. Sabemos lo que es, pero no sabemos de quién. Lo que abre este trabajo es la apertura a un nuevo tipo de interpelación pornográfica, que será la corriente en nuestro devenir posfordista o neoliberal: la interpelación especulativa, de la experiencia fragmentaria, tan propia de la pornografía amateur, como ya lo aventuró Paco Vidarte antes de morir y de la cual nuestra experiencia cotidiana de ciberpornógrafos también lo hace.
En uno de sus textos, escrito en primera persona y basado en parte en sus experiencias personales, Vidarte describe el impacto que entonces estaban teniendo las páginas de contacto en el contexto de las comunidades gays. Para Vidarte, se trataba una nueva manera de autorreconocimiento o identificación respecto al cuerpo reflejado (imaginado) en una pantalla, que se transformaba así en un nuevo espejo en el cual reconocernos, “un modo de construcción de otra subjetividad”, donde esa imagen se transformaría en “el único soporte imaginario del yo”[21]. Para él, de la misma manera como Lacan describe el estadio de reconocimiento ante el espejo como constituyente del yo, las nuevas imágenes que tenemos de nosotros mismos, muchas veces recortadas, desnudas, parcializadas, como es usual en dichas páginas, irreconocibles según la figura que ideamos en esta, nuestra otra vida, debieran implicar otra manera de producir subjetividades, donde se disuelve el sentido de una identidad original, unificada y coherente, puesto que cada uno puede construirse el número de cuentas que desee, según el segmento de público al que desee alcanzar. Subjetividades que diré acá, debieran ser cada vez más virtuales, efímeras y plásticas[22]. Pero además, que poseen la cualidad de circular y ser presenciadas de manera indefinida: Vidarte mismo ya no está en vida, pero su imagen, junto a sus textos, es posible tenerla en videos y fotografías, con la posibilidad hipotética de hallar aun su cuenta con sus otras identidades en Gaydar, Bakala o Manhunt, sitios en los cuales él aseguraba ser habitual. Se trata, pues, de identidades que se desprenden del cuerpo físico-biológico y que adquieren autonomía, asumiendo una corporalidad puramente visual, espectral o electro-física. En consonancia con Vidarte, lo que hace Felipe es clausurar de alguna manera un modo de producir propiamente moderno, pero abrir, mostrarnos este carácter fragmentario y especulativo de nuestras “almas” posmodernas, difíciles de ubicar[23].
Para concluir, la respuesta que ronda es finalmente descubrir cuál es la verdad de Felipe Rivas respecto al porno: Es la apertura a la producción y circulación de subjetividades puramente especulativas, sin rostro visible y que aun así nos interpelan, donde el “asiento del alma” estará cada vez más codificado. Es la apertura a la fascinación especulativa respecto a lo que hay más allá de la materialidad. Hoy el porno, ya cada vez menos es semen y orgasmo, cada vez menos, es un relato, cada vez menos una cara y asume el fragmento y la hipercodificación/segmentación como su mecanismo (rostro) de interpelación. Como el estado de crisis y apocalipsis que nos rige, la verdad de Felipe es pura especulación.
*Cristian Rojas Cortés es Licenciado en Sociología por la Universidad ARCIS. Posee, además, estudios en arquitectura y urbanismo. Durante los años 2007, 2008 y 2009 fue parte del equipo organizador de las Semanas de la Disidencia Sexual en Valparaíso, evento de debates, coloquios y talleres que buscaban cuestionar las nociones corrientes del género y la sexualidad, desde la crítica cultural, el posfeminismo y el posmarxismo.
[1]Warburg, Aby. Atlas Mnemosyne. Primera edición en español. Madrid : Ediciones Akal, S.A., 2010, pp. 124 – 125. Aby Warburg (1866 – 1929), perteneciente a una de las familias banqueras más importantes del siglo XIX, se dedicó a la historiografía del arte a través de un extenso trabajo de investigación y recopilación de imágenes, textos y obras de arte, enfatizando el contenido de significado de éstas y a la persistencia de elementos arcaizantes en el arte europeo, a través de la propuesta de una disciplina que denominó como Iconología. Influenciado por la obra de Nietzsche, su impacto no sólo ha quedado remitido al campo del Arte, sino también en la de la Teoría Cultural.
[2] Similar preocupación existente en los navegantes y exploradores, que enfrentados a lo nuevo, buscaban definir la humanidad de los otros.
[3]Foucault, Michel. El nacimiento de la clínica. Buenos Aires : Siglo XXI editores Argentina, S.A., 2001. “La superficie, estructura del que mira, se ha convertido en rostro de lo mirado”, p. 185.
[4]Deleuze, Gilles. Posdata sobre las sociedades de control. Christian Ferrer (comp.). El lenguaje literario, tomo 2. Montevideo : Ediciones Nordan, 1991.
[5]Foucault, Michel. Op.cit., p. 200.
[6]La palabra fetiche tiene su origen, al parecer del portugués feitiço , nombre dado por los navegantes y exploradores del África a los objetos de culto, y designando luego, a todo aquello que poseía algún atributo mágico. Estos objetos, fueron rápidamente catalogados como artificiales, de seguro afirmados en la confianza de la naturalidad de la creencia cristiana, por lo que la palabra es una traducción del latín factitius (artificial, inventado). El cuerpo muerto y la ritualidad propia de la muerte, aseguran casi siempre, una fascinación respecto a la incertidumbre sobre el porvenir, no tanto del cuerpo, sino del alma que éste contenía.
[7] Como menciona Foucault en el epígrafe utilizado para este trabajo. Foucault, Michel. Op. Cit., p.155. Respecto a las lecciones de anatomía, se tiene registro de la realización de éstas en teatros y abiertas al público, con un costo asociado a la asistencia.
[8] Recordando, en este caso, el origen mortuorio de la imagen señalado por Debray. Debray, Regis. Vida y muerte de la imagen: historia de la mirada en occidente. Barcelona : Ediciones Paidós Ibérica, S.A., 1994.
[9]O detrás de la pantalla, como de hecho ocurre en un concurrido cine porno del centro de Santiago, donde tras bambalinas, en el reverso del telón y bajo la luz de las imágenes invertidas del filme de turno, los asistentes pueden experienciar su propia petite mort en vivo y sin mediación de lo que las imágenes en sí muestran.
[10]Georg Simmel (1858 – 1918), considerado uno de los “padres de la Sociología”, dedicó gran parte de su trabajo a los aspectos “microsociológicos” distanciándose de la producción de teorías macrosociales, corrientes en su época.
[11]Simmel, Georg. El secreto y las sociedades secretas. Madrid: Ediciones sequitur, 2010.
12 Preciado, Beatriz. Testo Yonqui. Madrid : Editorial Espasa Calpe, S.A., 2008.
[13] Sin olvidar cierto apego corriente a una categorización que busca sólo en las estructuras narrativas de la pornografía una definición que la experiencia misma da por superada. Al respecto, se podría aducir, el argumento utilizado por Foucault para problematizar la relación que surge entre el nuevo médico-anatomista y el enfermo: “el médico y el enfermo ya no son dos elementos correlativos y exteriores, como el sujeto y el objeto, lo que mira y lo mirado, el ojo y la superficie; su contacto no es posible sino sobre el fondo de una estructura en la cual lo médico y lo patológico se pertenecen, desde el interior, en la plenitud del organismo. El escalpelo no es sino el reluciente, metálico y provisional símbolo de esta pertenencia”. El ojo pornógrafo no es ya exterior a la pornografía: la pantalla, reluciente y catódica, es símbolo provisional de esta pertenencia.
14 Se trata de la serie “Queer code Paintings”, que corresponden a la pintura en un lienzo de un código QR generado en internet y que al ser escaneado con un teléfono Smartphone direccionan a sitios donde se alojan videos realizados por Felipe Rivas.
[15]Levinas, Emmanuel. Totalidad e Infinito. Salamanca : Ediciones Sígueme, 1961, p. 226.
[16] Butler, Judith. Vida precaria: El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires : Editorial Paidós SAICF, 2006, pp. 166 – 170, citando a Emmanuel Levinas en “Paix et proximité”, en Alterité et trascendance, Saint-Clément-la-Rivière : Fata Morgana, 1995.
[17] Inquietante es al respecto, la alusión visual del cuadro “La pintura es porno (sex machine)” del mismo Rivas en que un hombre es exhibido siendo penetrado por una máquina que bien podría ser un arma o “La pornografía es infantil”, en que se propone como objeto porno, la imagen de un niño desnudo, vulnerable, por lo mismo, con potencial corruptible.
[18] Rivas, Felipe. Ideología, videoperfomance, 2011. Link del video: https://vimeo.com/27375737.
[19] Rivas, Felipe. Ano/INE, video registro de performance. Santiago de Chile: 2009. Link del video: https://vimeo.com/15309021.
[20] Hunt, Lynn. Introduction: Obscenity and the Origins of Modernity, 1500 – 1800. [aut. libro] Lynn Hunt (Comp.). The invention of pornography: Obscenity and the Origins of Modernity, 1500 – 1800. New York : ZONE BOOKS, 1993.
[21] Vidarte, Francisco Javier. El internauta desnudo: la autoimagen pornográfica en el imaginario yoico. [aut. libro] Rafael Vélez Núñez (coord.). Géneros extremos/extremos genéricos: la política cultural del discurso pornográfico. Cádiz : Universidad de Cádiz, Servicio de Publiciaciones, 2006, págs. 135-144.
[22]En el mismo texto citado, Vidarte menciona que la pornografía no requiere ser estetizante, sino tan sólo excitante. Dicha tesis es parte central de lo que deseo discutir acá, esto es, en primer lugar, el carácter estetizante de toda práctica de excitación; luego, el carácter de productor de un espacio público en toda acción pornográfica y siguiendo esta idea, el carácter estetizante de toda producción social.
[23] Como ocurre frecuentemente en páginas y sitios de pornografía amateur como www.cam4.com, donde lo que se muestra cada vez más, es el cuerpo y los orificios de este y el rostro es desplazado a un segundo lugar.
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PORNO, MELODRAMA E IDEOLOGÍA
REFLEXIONES A PROPÓSITO DEL VIDEO IDEOLOGÍA, DE FELIPE RIVAS SAN MARTÍN
Juan Carlos Sánchez
Existe un consenso generalizado al afirmar que el porno funciona como una tecnología de género o, en otros términos, como un dispositivo que genera identidades sexuales. Es ya un lugar común entender a la pornografía como un tipo de representación bastante específica que posibilita el ordenamiento, la sumisión si se quiere, de los sujetos a una determinada estructura social. Ha sido gracias a las discusiones del feminismo, primero, y de la disidencia sexual, después, que ha logrado identificarse esa característica en el porno (ese poder) que hace de sus espectadores una presa fácil para la imposición de conductas sexuales. El porno dice: “sea usted mujercita, sea usted hombrecito y compórtese de tal o cual manera.” La crítica feminista reconoció en esos imperativos el falocentrismo, la disidencia leyó en esos mandatos la heteronorma, y de esa manera el porno fue concebido como un discurso interpelativo, un discurso destinado a llamar la atención de los sujetos para influir en sus conductas sexuales.
Sin embargo, centrarse en el estudio del porno como tecnología de género comporta un riesgo: el riesgo del reduccionismo. Porque si el discurso de la pornografía es capaz de interpelarnos y de someternos a ciertos mandatos, esos mandatos no tienen que ver únicamente con los comportamientos de género, sino con los comportamientos en general, ya sean sociales, políticos, religiosos, raciales y demás. El porno logra interpelarme con sus imágenes, convertirme en sujeto, otorgarme una determinada identidad en el entramado social. De esa manera, la relación entre identidad y pornografía, la percepción del porno como tecnología, como dispositivo que genera identidades, va mucho más allá del género y termina por situar al porno como herramienta ideológica de mayor alcance.
Situados en esta perspectiva, asumiendo que la pornografía tiene un importante rol en el proceso de ideologización, es decir, en el modo en que un grupo hegemónico logra adoctrinar a los grupos subalternos para legitimar su propia hegemonía, surge de inmediato una pregunta que aún no se ha respondido con suficiencia: ¿Cómo lo hace? Porque se ha descrito al porno como tecnología, se han estudiado sus efectos, pero aún no se ha hecho suficiente hincapié en el estudio acerca del funcionamiento de esa tecnología, en la manera en que el dispositivo pornográfico logra apoderarse de mí y logra, en definitiva, influir en mis conductas. Sobre ese punto voy a detenerme, a fin de precisar mi comentario sobre el video Ideología de Felipe Rivas.
Durante los siglos XIX y XX han sido dos los tipos de discurso narrativos que, por su masividad y por el lugar que les cabe en la industria cultural, se han considerado vehículos ideologizadores: el melodrama y el porno. Ambos son capaces de vehiculizar contenidos ideológicos, de influir en las conductas de sus receptores y pueden considerarse, a cada uno, como el reverso del otro.
El melodrama se estructura como una historia de amor entre dos amantes virtuosos, que tienen que sortear una serie de obstáculos para finalmente estar juntos. En una teleserie, por ejemplo, solo en el último capítulo vemos el beso final o el matrimonio de los amantes, porque toda la historia que nos cuenta el melodrama es precisamente el camino dificultoso para llegar a concretar ese amor. Así, el tema central del melodrama puede entenderse como el deseo y la búsqueda de la relación erótica, del encuentro sexual; pero su estructura se preocupa de dilatar la satisfacción de ese deseo, de frustrar una y otra vez a los amantes. Lo que define al melodrama es, justamente, esa estructura que dilata, hasta la angustia, la satisfacción del deseo erótico de sus protagonistas. En el porno, por el contrario, el mundo está hecho para follar. Su tema también es la relación erótica, pero no el deseo de que esta se concrete como en el melodrama, sino la satisfacción de ese deseo. Los amantes ya están follando en el porno. Su estructura es la reiteración constante de escenas, una tras otra, en donde los protagonistas se satisfacen, gozan con la concreción de sus deseos. El porno comienza (y termina) con la representación de un cuerpo gozante.
Entendiendo esta diferenciación estructural entre ambos formatos, podemos avanzar hacia la definición de sus mecanismos de ideologización, centrándonos en el efecto que cada uno de esos discursos produce en nosotros. En el caso del melodrama, asistir a la frustración constante del deseo de sus protagonistas, notar que son tantos los obstáculos que se interponen entre los amantes para que finalmente puedan estar juntos, nos provoca una sensación especial, nos sitúa en un estado de ansiedad, de desequilibrio incómodo. Una vez que el melodrama ha logrado incomodarnos, se aprovecha entonces de que nuestra reacción psíquica inconsciente frente a la ansiedad y el desequilibrio es bastante simple: volver como sea al estado de equilibrio perdido. Y al desear, inconscientemente, volver al estado de equilibrio, se produce la trampa ideológica, porque volver al equilibrio implica que los amantes satisfagan su deseo erótico, es decir, nosotros comenzamos a desear lo mismo que desean los amantes. En ese momento, me encuentro ya identificado con ellos, comienzo a mirar el mundo con sus propios ojos, asumo su perspectiva de ver las cosas, es decir, me he convertido en presa de la ideologización.
En el porno, por el contrario, el efecto buscado no es el de la ansiedad. De ninguna manera. El efecto buscado es el del placer o, más precisamente, el de la orgasmización. Las imágenes del porno están pensadas para excitarnos, para conducirnos a la consecución de un orgasmo. Y mientras nos masturbamos frente a la pantalla, mientras nos sentimos excitados, nos identificamos también con el cuerpo gozante que tenemos en frente. Es mi propio orgasmo, mi propia excitación, la que me lleva a identificarme con el orgasmo y la satisfacción de los personajes que veo en la pantalla. Y en ese punto, identificados con el placer del otro, el porno nos envuelve en sus redes, porque esa identificación con la concreción de un deseo, me obliga a identificarme, retroactivamente, con el deseo mismo. Por ejemplo, si me masturbo observando a un tipo en la pantalla, que folla con cinco mujeres, me identifico con el placer que esa situación le genera a él y, por ende, como se trata de la satisfacción de su deseo de follar al mayor número de mujeres posible, me identifico también, retroactivamente, con ese deseo. En otros términos, la internalización de una visión de mundo, de una perspectiva de ver las cosas, se produce en el porno de manera retroactiva, pues cuando equiparo mi orgasmo al orgasmo del otro, me encuentro ya identificado con el deseo que lo ha generado.
Esa es la estratagema que utiliza Felipe Rivas en el video que hoy discutimos y que muy literalmente ha titulado Ideología. Su mecanismo es simple: se exhibe a sí mismo, como cuerpo gozante, postulándose como punto de identificación. El espectador de Ideología se identifica con la satisfacción del deseo de Rivas, representada discursivamente con uno de los elementos estructurales más importantes de la pornografía: el cum shot. No es necesario, por supuesto, que tengamos que masturbarnos para alcanzar esa identificación, pues evidentemente Rivas no persigue elaborar una pieza pornográfica tradicional. La lógica desde la que se construye Ideología corre por carriles diferentes. Pero de todas maneras, si Rivas logra que nos identifiquemos con la satisfacción de su deseo, logrará también que nos identifiquemos retroactivamente con el deseo que ha sido satisfecho. ¿Y cuál es el deseo que exhibe el video y con el cual soy impelido a equipararme? No hay lugar a dudas, pues Rivas lo dice explícitamente: registrar un cum shot sobre la foto de Allende. Y así, presas del juego identificatorio al que nos somete el porno, nos encontramos de pronto mirando el mundo desde la perspectiva de Rivas que se masturba ahí enfrente, que se esfuerza en la pantalla por conseguir manchar de semen la foto de Allende.
Por cierto, queda ahora responder ¿qué significa eyacular sobre la foto de Allende? ¿Cuál es el mensaje ideológico que Rivas, finalmente, quiere transmitir? Para responder a esta pregunta conviene volver la mirada al terreno de la semiótica, pues Allende como significante, como símbolo, cumple una función bastante específica en el terreno de la configuración política: es el significante que aglutina a una diversidad de identidades que se consideran de izquierda. A pesar de las múltiples diferencias que pudieran percibirse en la izquierda chilena, el significante Allende logra instaurar una cerrazón, presenta a ese grupo múltiple y heterogénero como un todo unitario. En ese sentido, eyacular sobre ese significante que cumple una función estructural tan preponderante para la izquierda, permite también resignificarlo, otorgándole todo el peso de veracidad que en el discurso pornográfico comporta el cum shot. Pues al ver eyacular a Rivas, no nos queda ninguna duda de que su placer es real, de que el orgasmo efectivamente está ocurriendo. De ese modo, otorgándole todo el peso de realidad que en el porno posee la eyaculación masculina, se abre el paso para que el significante Allende (como en un rito de magia por contaminación) pueda restructurase, rebautizarse, sumergirse en el caos y volver a nacer, y esta vez incluir dentro de su campo de referencia una nueva identidad. Eyaculando sobre la foto de Allende, en definitiva, se abre la compuerta simbólica para que la disidencia sexual entre en el escenario de la lucha política estratégica, para que ingrese al colectivo que se define como izquierda. Así es como el porno se vuelve Ideología.